La violencia en la escuela no es un problema nuevo ; pero, tras el triste final de un alumno de 14 años de Hondarribia (Guipúzcoa), que sufrió maltrato psicológico y físico de sus compañeros de instituto, se dispararon las alarmas sociales, políticas y educativas, generando múltiples debates, seminarios, estudios, etc. Sin embargo, no sólo no se ha conseguido frenar el problema, sino que los casos de acoso escolar afloran como algo natural y normal, en una sociedad cada vez más competitiva e insolidaria.
En los centros escolares, el término inglés bullying se refiere a una serie de actos que desarrollan unos alumnos contra otros.
Loa alumnos y alumnas son acosados prácticamente por igual ; pero existen diferencias en la forma en que se produce el maltrato : ellas suelen recibir mayor maltrato psicológico, mientras que en ellos predomina el acoso físico.
En todos los países de nuestro entorno, desde hace años, se vienen experimentando diversas medidas para paliar la violencia en los centros de enseñanza. A título indicativo, los maestros noruegos deben suscribir un «manifiesto contra el acoso», comprometiéndose a trabajar para impedir – en la medida de sus posibilidades- el bullying, por lo que asumen las responsabilidades de cualquier tipo de acoso que pueda producirse en sus aulas. Algunos especialistas, como el profesor Dan Olweus, fundador del Área de investigación sobre acoso escolar en la Universidad de Bergen (Noruega), indican que el bullying es responsabilidad principal de la escolaridad, por lo que debe solucionarse en el mismo centro educativo, destacando el papel clave que ejercen los profesores y el equipo directivo, para aumentar el conocimiento del personal de la escuela sobre este problema, transmitir medidas de trabajo, imponer disciplina en las aulas, etc. En definitiva, cambiar el clima escolar.
Hace un par de años en España se planteó la iniciativa del Ministerio de Educación, tendente a la incorporación a los centros de la figura del educador social, para intervenir activamente y prevenir situaciones de riesgo y violencia producidas en los mismos. Dicha medida, difundida un tanto confusamente y sin la necesaria reglamentación, resultaba totalmente insuficiente, pero lo más lamentable es que prácticamente no se ha implantado. Además, se precisa formar adecuadamente al profesorado y disponer de otras iniciativas complementarias que contribuyan a disminuir la creciente evolución violenta que se respira en la sociedad actual, empezando por la propia familia.
Resulta urgente poner en funcionamiento en todos los centros educativos las acciones precisas para prevenir el acoso, implementando programas educativos diseñados para fomentar un clima escolar de no violencia, tolerancia, respeto y solidaridad y posibilitando al alumnado la adquisición de estrategias de resolución pacífica de conflictos, respeto a las diferencias individuales y aceptación de la integración, sin ningún tipo de discriminación.
Fuente : Educación, violencia y derechos humanos /Ascensión Palomares Ruiz. Revista de Ciencias de la Educación, núm. 219 julio-septiembre 2009
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