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Una escuela de Canadá usa bici-pupitres en niños con déficit de atención

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  • El objetivo es que pedaleen hasta cansarse y rebajar su hiperactividad.
  • Los profesores observan mejoras en estudiantes con déficit de atención

El colegio canadiense Des Cèdres en Laval, provincia de Quebec, ha encontrado una manera de solucionar, o al menos compaginar, el déficit de atención de algunos de sus alumnos, con el uso una bici-pupitre. Se trata de la típica mesa que se puede encontrar cualquiera en clase, pero dotado de pedales para que los críos más inquietos agoten sus energías y su hiperactividad.

«Uno de los mayores problemas de los colegios son los niños hiperactivos. Son estudiantes que siempre necesitan estar en movimiento, así que se me ocurrió que con este invento podrían hacer como si estuvieran en una bicicleta y a la vez, atender al profesor y no molestar al resto de la clase», ha explicado Mario Leroux, profesor de primaria de la escuela, al periódico canadiense ‘Le Journal de Montréal.

Sin embargo, la iniciativa no ha salido nada barata para la escuela, la cual ha tenido que recibir una donación para poder hacer frente a los casi 900 euros que cuesta cada pupitre. Hasta la fecha, son cuatro las mesas con pedales que utiliza este pequeño colegio canadiense en alumnos de entre 5 y 8 años de edad.

«Los niños se suben a pupitre y pedalean 15 minutos sin parar. Después parecen mucho más relajados. Creo que atienden mejor y no perturban la dinámica de la clase, expresan algunos docentes del resto.

Por su parte, los expertos coinciden en alabar las bondades de la bici-mesa. La doctora Annick Vincent, pediatra especializada en trastorno por déficit de atención, explica que esta habilidad cognitiva «mejora sustancialmente cuando están realizando o han realizado una actividad motora importanteNinguna pastilla cura el déficit de atención, solo controla los síntomas. Y si hacer ejercicio también consigue lo mismo, no veo por qué no podría llegar a ser otra forma de terapia válida».

Fuente : http://noticias.lainformacion.com/

¿Qué es el mito y por qué la educación necesita iniciación, misterio y mitología?

EL MITO Y EL MISTERIO FOMENTAN EL DESARROLLO DE OTRO TIPO DE PERCEPCIÓN, MÁS INTUITIVA E IMAGINATIVA, QUE EL PARADIGMA CIENTIFICISTA NO PROVEE. EN ESTE SENTIDO DEBEMOS RECUPERAR A LOS DIOSES QUE HABITAN EN NUESTRA PSIQUE
POR: ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO – 06/05/2015 A LAS 12:05:25

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Los griegos soñaron con sabiduría, los romanos con imperios, cada cual acorde a su naturaleza. Un pueblo filosófico tiene sueños filosóficos, por eso los mitos griegos son sueños filosóficos, y contienen una iniciación filosófica, un sistema de pensamiento y relación simbólica con la naturaleza, una cosmología.-Manly P. Hall

Hermes vio la totalidad. Habiendo visto, entendió. Habiendo entendido, tuvo el poder de revelar y mostrar. Y así, lo que supo, lo escribió. Lo que escribió, mayormente lo ocultó, manteniendo silencio, en lugar de hablar en voz alta, de tal manera que cada generación que viene al mundo debe de buscar estas cosas.- Kore Kosmou

El hombre moderno suele considerar los mitos como una extravagante forma de entretenimiento que poco tiene que ver con su vida o como una curiosidad del intelecto primitivo que el conocimiento científico ha vuelto obsoleta. Se asume que los datos fácticos o las evidencias son superiores y debemos basar nuestra educación en ellos. Regirnos por lo que es claro, contundente y no admite diferentes interpretaciones. Esto, sin embargo, es un tanto arrogante y al despreciar al mito como forma de conocimiento, perdemos una importante herramienta educativa y un modelo o un mapa alterno para practicar otras formas de ver y experimentar el mundo.

Que el mito sea para nosotros solamente una curiosidad antropológica –a lo mucho un pasatiempo de arqueología de la psique– y no una continuidad epistemológica viva, tiene que ver con el actual paradigma científico y la educación positivista en la que se busca eliminar todo lo misterioso. El mito está estrechamente ligado a lo misterioso, y lo misterioso es la antítesis del modelo espistemológico actual. Esto es porque lo misterioso está asociado con la ignorancia y la superstición, algo que es sobre todo un prejuicio; la razón moderna no se siente cómoda lidiando con lo metafórico, lo ambivalente y lo paradójico, necesita definir la realidad como una cosa definitiva, tangible y siempre igual (podríamos decir que ante el misterio, el pensamiento moderno siente pánico: esa sensación que viene del dios Pan, figura que luego convertiríamos en el Diablo). Lo misterioso es lo que está oculto (de la misma raíz de lo místico), lo que en un principio yace desconocido, aquello que no se revela inmediato o en la superficie y que por lo tanto requiere de una exploración más profunda –a veces una iniciación o un cambio de conciencia. Es decir, requiere una transformación, una participación activa en el sujeto que conoce y no sólo la memorización de datos o el ejercicio de la lógica. Cotejamos aquí a la gnosis (que se basa en la idea de que quien conoce adquiere la esencia de lo que conoce) con el conocimiento propio de los sofistas o de los retóricos que construyen perfectos argumentos o acrobacias discursivas sin darle importancia a la experiencia del conocimiento. El paradigma científico basado en el modelo de la física clásica supone que no hay nada misterioso en el universo, la naturaleza entrega sus secretos con celeridad a la mente que asume el papel de “conquistador” de la materia y concibe al mundo como una máquina inerte al servicio del indetenible progreso humano. Pero, ante esta luz racionalista, opongamos al oscuro Heráclito, quien escribió famosamente: “la naturaleza ama ocultarse”. Y es que tal vez la naturaleza, al ocultarse, nos pide que juguemos una especie de juego cósmico de escondidillas o de “encantados” para el cual es necesario suspender nuestros prejuicios y creencias y seguirle la corriente. Podemos obligarla a desocultarse tirando explosivos para minar el oro y la plata de sus entrañas o podemos internarnos en la oscuridad de sus cuevas y vivir su misterio.

La naturaleza como fabulación

Para entender la función del mito o incluso la necesidad de su supervivencia como parte de un equilibrio psíquico es útil revisar la cosmogonía antigua, de la cual nace el pensamiento mítico, y compararla con el pensamiento científico moderno. Podemos pensar que nuestra mente es mucho más sofisticada que la mente de los antiguos griegos o egipcios (y quizás lo sea en el sentido meramente sofístico), pero quizás no hayamos evolucionado tanto en nuestra capacidad de pensar simbólica, intuitiva y analógicamente. Los griegos, los indios y los egipcios, por citar los ejemplos más conspicuos, tenían una profunda tradición de concebir las cosas a través de fábulas y símbolos, mientras que nosotros tenemos una tendencia al pensamiento literal, reduccionista y mecanicista, en parte debido a más de 2 mil años de la lógica aristotélica que impide que algo sea más de una cosa, esto y no lo otro. “De la misma forma que los jeroglíficos precedieron a las letras, también las parábolas fueron antes que los argumentos. E incluso ahora, si uno quiere iluminar con nueva luz un tema en la mente de los hombres, y eso sin ofensa y rigidez, debe hacerlo por la misma vía e invocar la ayuda de la similitudes”, escribe Francis Bacon. El símil es lo mismo un recurso poético que un recurso del misticismo, como queda claro en el fundamento del pensamiento hermético, el símil de símiles: “como es arriba, es abajo” o lo que es lo mismocomo es el cosmos, es el hombre o también el hombre es un pequeño universo. La anterior frase tiene poco valor para un argumento científico, que la consideraría imprecisa; podría servirle a un físico como inspiración para imaginar una teoría, pero nunca podría hacer referencia explícita a esta idea de poder ver en un cuerpo humano los movimientos de los planetas, por ejemplo, o de intuir que existe unidad y simpatía en todas las cosas. La misma frase, por otro lado, tiene una gran utilidad filosófica y espiritual como un principio que llama a tener una experiencia individual de esta similitud.

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Hablando sobre el sistema mítico-filosófico de los griegos, Manly P. Hall dice: “todas las fábulas provienen de la fábula más grande de todas: la naturaleza”. Hall usa “fábula” casi siempre como sinónimo de mito, y podemos apreciar aquí una idea muy distinta de la concepción de la naturaleza que tenemos actualmente. Para los antiguos la naturaleza es la capa más densa de la mente, pero sigue siendo res cogita  y está animada, por lo cual es un proceso que comunica, aunque secretamente, una historia (la etimología de “mito” es: historia, relato, habla, palabra). Hay otra idea oculta aquí también, y es que la naturaleza es el artificio del espíritu (o el símbolo del espíritu, según Emerson), ya que la materia no está separada –o lo está sólo ilusoriamente– del espíritu: es correlato de lo divino, es el vehículo de la conciencia para aparecer en el mundo (somaes el sema del alma, dice Platón) por lo cual es una especie de sustancia fantasmagórica, volátil, manipulable, de gran (psico) plasticidad, “such stuff as dreams are made on”, como dice el hechicero Próspero en La tempestad. La naturaleza es esencialmente fabulosa y fantástica; la materia es la tela caleidoscópica de Maia. El que hoy hayamos identificado el mito con la mentira y la falsedad dice mucho de nuestra cosmovisión: creemos que la naturaleza es muda y por lo tanto su mito, sus palabras e historias deben de ser falsas, puesto que no tiene inteligencia, alma o significado. Dialogar con la naturaleza es hoy en día un signo de locura, la esencia de la irracionalidad. Valdría recordar aquí, como encantamiento contrapuntístico, la mítica frase de Adorno: “El arte es magia liberada de la mentira de ser verdad”. O tejiendo aún más la madeja del mitologema fractal, James Hillman: “De la misma forma que las verdades son las ficciones de lo racional, las ficciones son las verdades de lo imaginal”.

Esta es la diferencia fundamental del pensamiento antiguo, que el mundo imaginal no es tenido solamente como una fabricación del pensamiento humano. El alma y la imaginación existen en la naturaleza o, quizás mejor dicho, la naturaleza existe dentro de la mente (nous): es su mito, la fábula suprema, que cuenta una misma historia una y otra vez con leves variaciones. Hillman, siguiendo el eide platónico, nos pide considerar la posibilidad de que el cuerpo sea una imagen o una sombra del alma y no al revés. Manly P. Hall señala: “La naturaleza nunca habla de manera determinada: ‘haz esto o no hagas esto otro’, presenta espectáculos, imágenes no literales”. Los que buscan respuestas deben dejarse seducir por el misterio y penetrar el mundo de la imaginación: “Los hombres que buscaban su propio destino y significado tenían que peregrinar en la noche, en el desierto, y pedir al fuego revelación, las respuestas llegaban en los sueños, en el contacto con el subconsciente”. Este es el estado de ánimo en el que nos sitúa el mito, que según Joseph Campbell “es el sueño colectivo de la humanidad”, mientras que los sueños individuales son “mitos privados”. Los sueños colectivos de los griegos, los mitos, son sueños esencialmente filosóficos, una filosofía que  nace también  del mundo imaginal.

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Es probable que exista un paralelo entre la irrelevancia que nuestra cultura otorga al mito y la poca importancia que usualmente le damos a nuestros sueños. Pese a que buena parte –y probablemente la más rica– de nuestra vida psíquica ocurre oníricamente, la gran mayoría de nosotros no considera que los sueños son una vía legitima –y mucho menos vía regia– de conocer el mundo. Creemos a lo mucho que los sueños nos revelan cosas de nuestro pasado, traumas, represiones, deseos insatisfechos, etc., pero siempre cosas de nuestra vida despierta; no consideramos la posibilidad de que su narrativa sea una historia coherente en sí misma, dueña de una voz propia; si la comparamos con la narrativa de nuestra vigilia resulta aberrante, absurda y a fin de cuentas prescindible. Es decir, descalificamos de entrada el lenguaje y la propia forma de articularse de los sueños, no le conferimos agencia y le exigimos al sueño que se explique en términos del ego y de la vigilia, evangelizando a los monstruos (y ángeles) de la noche con la aniquiladora luz del día. Pero, como dijimos anteriormente de la naturaleza, Hillman nos sugiere la idea de que más que nosotros tengamos sueños, como pensamos siempre ya despiertos, los sueños nos tienen a nosotros: en el sueño viajamos al inframundo, nos encontramos en la mente de Hades y estamos sujetos a sus leyes imaginales. Los budistas explican que no hay un pensador detrás de los pensamientos, es una ilusión de la mente que “tengamos” pensamientos, en todo caso el pensamiento nos tiene a nosotros, es la experiencia misma la que experimenta a través de nosotros.

Todo esto para llegar a un principio de revaluación práctica del mito, no sólo ya teórico (es decir no sólo la visión mística, también la experiencia y el acto de resonancia moral que resulta del entendimiento que se practica). En su Poética, Aristóteles señala que el mito es “el principio” y “alma de la tragedia”. Siguiendo el tema que hemos desarrollado, podemos extrapolar y decir que una educación que le dé importancia al “alma”, y tenga conciencia trágica (y por lo tanto estética) debe considerar al mito como parte fundamental de su didáctica. Dicho de otra forma, siempre y cuando le demos importancia a las historias, a los relatos y a las narrativas (a lo que hoy llamamos “contenido”) y les asignemos un valor estético y moral, el mito debe tener un papel central. Actualmente la mayoría de las personas reconoce el “poder de la historias” como elemento de contacto humano y de transferencia empática. El mito, sin embargo, conlleva algo más que una simple historia, nos habla de un misterio, de una iniciación y de una participación activa en el conocimiento. Lo mítico está ligado indisociablemente a lo mistérico. Manly P. Hall nos dice que “los mitos son el registro eterno de la vida psíquica del hombre” y también son “la historia intuitiva del Ser”. El mito tiene entonces el poder no sólo de involucrarnos con una historia, sino de referirnos a las historias que tienen alma y que han superado el paso del tiempo (porque tienen alma). El mito nos acerca al origen insondable; se ha dicho que el mito es “la historia de la prehistoria” y “aquello que nunca pasó pero sigue pasando”. ¿Qué es aquello que nunca pasó pero sigue pasando? Esto no es algo que podamos entender con un pensamiento lógico-racional y, sin embargo, la idea nos seduce, nos pide resolver un enigma, nos confronta de nuevo con lo mágico-maravilloso, con las centellas de la fragua del demiurgo. El mito es también lo enigmático, la existencia como seducción misteriosa, la esfinge en los huesos del hombre.

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Una educación con alma es una educación con mythos

El valor didáctico y hasta heurístico de los mitos está en que invitan a un proceso de misterio y desvelo. A diferencia de cuando a un estudiante se le dice que memorice algo para un examen, un mito lo presenta con un reto de conocimiento, donde siempre es posible que no encuentre la respuesta. E incluso, de encontrar esa respuesta, no podrá estar seguro de tenerla de la misma forma que se tiene una evidencia científica. Sólo podrá intuir que sabe el significado del mito o que ha podido vislumbrar su esencia, es otro tipo de certeza. Dice Manly P. Hall: “los hechos provocan aprobación o rechazo, son una superficie plana… el conocimiento obvio no es controversial ni estimulante”. Y “la educación moderna produce estudiantes que memorizan hechos, pero no son intrigados a explorar los misterios detrás de los hechos”. El paradigma moderno considera sólo el mundo del fenómeno pero no le da cabida al mundo del noúmeno. El mito fomenta un tipo de pensamiento que se pregunta “¿qué significa esto?” o “¿de qué es símbolo este fenómeno?” y se interesa, a su vez, por la belleza, por la “luz interna” que puede transmitir una historia, porque en ello está también su verdad. Agrega Hall: “En tiempos pasados los hombres anticipaban ser excitados en su imaginación para resolver cosas extrañas y desconocidas, así desatando los poderes de la conciencia”. En otras palabras, el mito está cerca de una forma de percepción que no separa el ejercicio intelectual del instinto y la intuición. Es decir, el mito es una especie de lenguaje del alma. El historiador alemán Walter Otto nos dice que el gran filólogo Christian Gottlieb Heyne comprendió que los mitos son “el lenguaje primordial de los espíritus, que sólo mediante imágenes y metáforas sabían expresar su emoción ante las grandiosas formas de la realidad universal”.

Por último quiero aclarar, por si no fuera evidente, que los griegos –y algunas otras civilizaciones antiguas– llegaron a una refinación del pensamiento, que aquí llamamos mítico pero que en su época no estaba dividido del “Logos” que en Occidente se convirtió en la razón cartesiana, que les permitió percibir a los dioses de los mitos como símbolos y arquetipos de principios y procesos cósmicos. Comprender, como queda claro en el diálogo platónico de El Banquete, por ejemplo, que Eros es un estado mental y a la vez un dios y un principio motor del mundo y puede ser todos estos sin contradicción porque es una manifestación de la unidad que se proyecta a sí misma en la multiplicidad del mundo, es una rutilante prefiguración de los arquetipos y el inconsciente colectivo de Jung. Estamos aquí ante  la cumbre del pensamiento simbólico. Platón no creía literalmente que Afrodita nació de los genitales de Urano (el cielo) lanzados al océano (esto es una alegoría del Alma increada que viene del cielo) o que Prometeo robó literalmente el fuego divino y luego fue encadenado a una piedra para que un águila devorara su hígado por la eternidad, sabía que estas fábulas describían procesos cósmicos y eran metáforas y analogías didácticas que codificaban un sistema de conocimiento (una paradosis). “Los griegos sabían que estos mitos eran los revestimientos o sombras de verdades filosóficas, en las que cosas difíciles de comunicar eran arcanamente intimadas excitando los poderes intelectuales del hombre para que contemple los misterios universales”, dice Hall. Por eso los mitos estaban tan ligados a los ritos inciáticos, como es el caso de los misterios de Eleusis y el rapto de Perséfone. Esto es algo que hemos perdido hoy, la iniciación como conducto de hacer de la filosofía y el conocimiento no sólo verbosidad ytechne, sino experiencia viva, transformación del individuo. La preocupación de Sócrates se ha confirmado, al parecer los sofistas llevan ganada la partida.

Twitter del autor: @alepholo

Fuente : Pijamasurf.com

Brasil y Finlandia (un comparativo entre modelos educativos)

UNA COMPARACIÓN ENTRE EL MODELO EDUCATIVO FINLANDÉS Y EL MODELO BRASILEÑO
POR: PABLO DOBERTI – 04/05/2015 A LAS 11:05:41

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Voy a comparar dos párrafos de dos producciones muy diferentes, pero ambas muy representativas de sus referencias. Una, del modelo educativo finlandés que deslumbra al mundo; otra, de la idiosincrasia escolar brasilera, creciente y homogénea en la inmensa clase media del país.

Finlandia demuestra que hay otra manera de construir un sistema educativo que funcione utilizando soluciones que difieren de las políticas educativas impulsadas por el mercado. La vía finlandesa del cambio educativo es una manera que utiliza la confianza, el profesionalismo y la responsabilidad compartida. Este país nórdico es un ejemplo de una nación donde no hay inspección de las escuelas, no hay currículos estandarizados, no hay exámenes de alta exigencia y riesgo para los estudiantes, no hay rendición de cuentas basadas en pruebas y no hay una mentalidad de carrera hacia la cima con respecto al cambio educativo.

Eso de un lado. Y del otro lado:

… Sin embargo, gran parte de lo que se hace en la escuela tiene que ver con ideas, hechos y afirmaciones en las que sólo existe una respuesta correcta. Las palabras usadas en las clases y en los libros, deliberadamente sólo tienen una interpretación. Las preguntas de la buena escuela son ciertas o son erradas. Se evita el territorio del tal vez, del quién sabe y del punto de vista. Todo eso porque es necesario perfeccionar el uso riguroso de las palabras. (…)

Cuando se enamoran de esas turbias ideas, algunos profesores embeben a sus alumnos en la indisciplina del relativismo, del subjetivismo y de una falsa creatividad. Esos miasmas intelectuales envenenan el proceso de aprender a pensar con rigor.

El primer párrafo está escrito en 2010 y el segundo… anteayer. El primero pertenece al libro El cambio educativo en Finlandia; el segundo es un artículo editorial destacado en la revista Veja, la de mayor circulación e influencia de Brasil. Pasi Sahlberg firma el primero, educador envuelto en el proceso finlandés; Claudio De Moura Castro, economista, hace lo propio con el segundo, extracto de su artículo “Medio millón de ceros en ENEM” (Evaluación Nacional de Enseñanza Media).

Vivo en Brasil y me muevo en el mundo educativo de hoy. Por eso estoy tan preocupado con lo que leo. No me asombra tanto el asombroso párrafo del finlandés como el tóxico párrafo del brasilero. Me asombra y me apavora porque representa una idiosincrasia muy enraizada en nuestra cultura. Claudio me indigna a mi pero es cómodamente contiguo con la cosmovisión de sus millones de lectores brasileros. Él no es disonante; no podría serlo y ocupar el lugar que ocupa, en el medio que lo ocupa. Está ahí porque es representativo y refuerza los valores en los que cree fervientemente (perversamente, incluso). Es un positivista primate y tan recalcitrante que pondera como si fuera oráculo y dictamina como si fuera obispo. Claudio no arma un escándalo porque la filosofía de la que Finlandia huye a paso sistemático, en Brasil se refuerza a cada media hora.

En nuestras latitudes leemos al revés la afirmación finlandesa de que:

en la cultura, la política y los negocios –así como en la reforma educativa– muchas culturas y sociedades angloamericanas han desarrollado una obsesión enfermiza con todo lo que es más grande, más duro, más costoso, más rápido y más fuerte. (…) Estos modelos ofrecen una reforma escolar inflada, cosmética, artificial y que, para aumentar el rendimiento, utilizaesteroides. (…) Esos modelos suelen prepararse para implementar modelos ajenos. En cambio, la vía finlandesa tiene que ver con la inspiración, la innovación y la responsabilidad colectiva. La vía anglo se refiere a ideas alquiladas para poner en práctica política ajenas, mientras que la vía finlandesa hace referencia a la toma de posesión y el desarrollo colectivo de la comunidad hacia sus propios fines y necesidades principales

…Y nos identificamos con lo anglosajón, como si fuera bueno.

Mientras que el finlandés –que hasta podría haber sido pedante y deberíamos haberlo aguantado– es calmo, suave y prudente, el brasilero es pedante y está como enojado por no sé qué. Su impaciencia trasunta su ideología; necesita imponerse.

Pero no me preocupa él –insisto, me preocupan sus millones de adherentes. ¿Por qué Brasil es tan cientificista? ¿Por qué adora símbolos que no parecen ser los suyos y se hipoteca con ellos en ellos? (Digo que no parecen ser los suyos porque al mismo tiempo es un pueblo religioso, ritualista, crédulo, intuitivo y bellamente emocional). ¿Y por qué no se da cuenta y se refuerza cada día más en la educación con esteroides?

Tan raro es todo esto que a un nivel que no vi en otro país de Latinoamérica, en Brasil hay una figura educativa muy controversial y a la vez adorada por todos, como si fuese unánime y no lo es en lo absoluto. Paulo Freire. Es un dios expresamente ideológico que funciona como un fetiche y nadie se mete con él, ni le sigue; simplemente, lo reverencia. (Me recuerda al uso que hacemos de la imagen del Che Guevara). Y podemos imaginarnos qué quiere decir Paulo Freire al lado de las férreas afirmaciones de Claudio, ¿verdad? Inclusive, tal vez creo que hasta Claudio hablaría bien de Paulo, si le preguntáramos por él; Claudio y sus millones de lectores. Sin embargo, no hay contradicción para ellos; al contrario, hay demasiada coherencia. La clase media dominante en Brasil piensa exactamente lo que piensa Claudio, lo diga con más o menos soberbia. Es cientificista por principio y positivista por religión. Adora todo aquello de lo que Finlandia, con tanto esfuerzo y tanta convicción, se alejó: pruebas, controles, códigos, obligaciones, programaciones, etc. Finlandia cuida a sus niños de los riesgos de las evaluaciones punitivas y abrumadoras y en Brasil el ambiente se hace cada día más denso y el peso de las nubes grises sobre las cabezas adolescentes avisa tragedia. Si no, leamos de nuevo a Claudio, en el inicio de su artículo “Medio millón de ceros en ENEM”: “Los muchísimos ceros en redacción en ENEM están diciéndonos alguna cosa. ¿Qué será? Partamos de la hipótesis de que quien sacó cero es porque lo mereció…”. Y sentencia, al final de su artículo: “Quien no aprendió a usar las palabras no sabe pensar. Para el caso, no entendió las instrucciones para preparar su redacción. O no se las tomó en serio, lo que es peor”.

Este ambiente coercitivo, tenso y competitivo contrasta con aquel en el que no hay carrera hacia la cima, ni esquemas estigmatizantes, ni evaluaciones persecutorias. Y lo curioso es que aun así, gana –y gana sobradamente, como suele o solía ganar el Barça– el segundo, el tranquilo, amigable, cándido y considerado segundo modelo finlandés.

Estoy preocupado. Vivo, trabajo y me desafío en estas latitudes y no en aquellas.

Twitter del autor: @dobertipablo

Fuente : Pijamasurf.com

La educación como negocio y los estudiantes como consumidores (o la muerte de la Universidad)

BAJO EL PARADIGMA NEOCAPITALISTA, LA EDUCACIÓN SUPERIOR HA MARGINADO A LAS HUMANIDADES Y RENEGADO DEL ESPÍRITU ORIGINAL DE LA ACADEMIA

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El profesor Terry Eagleton ha hecho un diagnóstico de las instituciones de educación superior en Gran Bretaña en el que considera que las universidades están terminalmente enfermas, al menos si continúan abrazando un modelo clientelar de enseñanza. El sistema británico es sin duda distinto a los sistemas universitarios que se pueden encontrar en países latinoamericanos, sin embargo la tendencia de concebir la educación como un negocio, de desplazar las humanidades en favor de carreras técnicas y de fomentar el pensamiento utilitario en detrimento del pensamiento crítico se puede observar de manera global, por lo que podemos extrapolar en cierta medida el análisis de Eagleton a nuestros países particulares, aunque seguramente habrá algunas excepciones.

Eagleton, escribiendo para Chronicle, se enfrasca en una franca diatriba en contra del sistema universitario de su país, en el cual ha servido y del cual ha obtenido beneficios económicos. Si bien hay que tomar con un grano de sal su condena de “la muerte lenta de la Universidad”, también debemos reconocer sus credenciales, especialmente en defensa de las humanidades, siendo profesor emérito de inglés y autor de decenas de libros. La seriedad del diagnóstico puede parecernos exagerada, pero si recuperamos el sentido original del mundo académico (la Academia que proviene de la escuela fundada por Platón), no es del todo equivocado. Regresando al origen, la filosofía platónica concibe que el fin de la educación es abrir el ojo interior, o el ojo de la mente, una forma de percibir desde una profundidad psíquica desarrollada a través de la vida filosófica. EnLa República, Platón señala que “lo que la educación debería ser, es el arte de la orientación” y que no se debe “implantar una visión” en la mente, sino simplemente enseñar a ver puesto que, como los prisioneros en la cueva, muchas veces ni siquiera hemos desarrollado un ojo (metáfora de la mente o del alma) capaz de distinguir las sombras de la fuente de la luz. En otras palabras, esta educación está basada en un principio práctico de enseñar a pensar y no qué pensar, desarrollando la capacidad de percepción individual. Esta es también la esencia del método socrático, en el que el individuo llega a sus propias conclusiones ejercitando la dialéctica. De igual manera, siendo fiel a la filosofía platónica, la educación idealmente no sólo cultiva la razón del individuo, sino desarrolla su capacidad intuitiva, la cual es una forma superior de conocimiento según Platon, permitiéndole acceder a la noesis. Podemos ver este espíritu académico al servicio del alma humana, por ejemplo, en Erasmo de Rotterdam y en el génesis mismo del Renacimiento, ligado al surgimiento de las primeras universidades europeas y a la circulación de las ideas de Platón y Aristóteles, entre otros filósofos.

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Teniendo esto en mente, analicemos el estado de las universidades, siguiendo el diagnóstico del doctor Eagleton. El principal problema que detecta Eagleton es que las universidades han sido cooptadas por el modelo económico neocapitalista, haciendo que su operación y valores sean casi idénticos a los de una corporación. Teniendo un puesto a nivel de dirección en Oxford, Eagleton señala que sintió la necesidad de renunciar cuando descubrió que “esperaban que me comportara como un CEO más que como un académico”. Esto es seguramente una administración en favor de los intereses políticos y económicos de la universidad y no en favor de la cultivación de las mentes de los universitarios. Este modelo, nos dice el profesor Eagleton, está siendo adoptado a lo largo del mundo anglosajón a partir de Stanford y el MIT, universidades que han creado el modelo de la universidad empresarial. La creciente “bizantina burocracia” de las universidades cree que está manejando “General Motors”; y entonces quizás podemos extender la metáfora automotriz a los estudiantes como autómatas, corriendo mecánicamente con un solo programa básico: capitalizar económicamente sus estudios.

La enorme cantidad de dinero que circula en las universidades, permite que parafraseemos al escritor de ciencia ficción y fundador de la cienciología, L. Ron Hubbard, quien famosamente dijo que si uno quería hacerse millonario debía fundar una religión. Hoy en día si uno quiere hacerse rico parece un buen plan de negocios fundar una universidad.

Eagleton nos dice que cuando “los profesores se convierten en gerentes, los estudiantes se convierten en consumidores”. La regla de la administración de que “el cliente siempre tiene la razón” reencarna en el mundo universitario en profesores que “fracasan si el estudiante reprueba” y en cursos hechos a la medida para estudiantes que responden a modas y caprichos intelectuales, por lo cual vemos cursos de “vampirismo en vez de victorianismo, sexualidad en vez de Shelley, fanzines en vez de Foucault, el mundo contemporáneo en vez del medieval”. Perdemos entonces también la memoria histórica, entendiendo que, regresando a Platón, aprender es esencialmente recordar.

El modelo económico dominante está ligado a una política tecnocrática, y por lo tanto las “humanidades son las que más están siendo orilladas”. Se distribuyen fondos y becas en las universidades para la ciencia, la medicina y la ingeniería, pero “se ha dejado de entregar recursos significativos a las artes. No es disparatado cuestionarse si departamentos enteros de humanidades desaparecerán en los años siguientes. Si los departamentos de inglés sobreviven, tal vez sea sólo para enseñarles a los estudiantes de administración de empresas cómo usar el punto y coma”, dice irónicamente Eagleton (dando una pista de algo que también podríamos perder, el humor crítico del humanista). En el Renacimiento tuvimos a la Familia Medici, quienes se convirtieron en mecenas de artistas y filósofos, especialmente bajo la influencia del gran filósofo neoplatónico Marsilio Ficino, quien era llamado “doctor del alma”. Aún no se había perdido la noción de que el hombre tenía mucho que ganar –ganancias incuantificables, capital espiritual– cultivando el arte por el arte, embelleciendo su existencia. Hoy las universidades se mueven bajo el paradigma de que es la investigación científica la que genera dinero, “no los cursos en expresionismo o la Reforma”.

Al suprimir o marginar a las humanidades también perdemos la esencia de la “universidad”, el lugar en el que se expande el conocimiento de lo particular a lo universal, lo cual sugiere un amplio abanico, un encuentro de todos los mundos, una totalidad, y no sólo un limitado espectro racionalizado y atomizado conforme a la utilidad y la preponderancia económica. La palabra “universidad” pierde su sentido, y por lo tanto cuando Eagleton ve la gradual muerte de la universidad no está del todo equivocado; las instituciones educativas superiores siguen y seguirán pero tal vez las universidades estén muriendo, porque “el espíritu” original está dejando el cuerpo o el campus.

Quizás este desplazamiento de las humanidades tenga también una agenda política más perversa o al menos una utilidad poco mencionada. Puesto que, como nos dice Eagleton, el valor de las humanidades yace en que “no se conforman a las nociones dominantes”. Esto es justo de lo que hablábamos con la referencia al origen platónico de la academia: el pensamiento crítico, reflexivo e intuitivo que no se alinea con el adoctrinamiento de la estructura de poder sin antes cuestionarlo.

Observando esta tendencia y colocándose un poco en la mente de Eagleton uno piensa en la alegoría de Alphaville, la película de Godard no del todo lejana a la cueva de Platón o a la posteriorThe Matrix. Una tecnocracia en la que las humanidades están virtualmente extintas y las personas no recuerdan ya su existencia lo suficiente para poder cuestionar la realidad en la que viven. La película de Godard es hiperbólica, una reimaginación de los estados totalitarios en un momento en el que Stalin y Hitler estaban frescos en la conciencia; sin embargo, también es sensible a los mecanismos de propaganda occidentales que utilizan la tecnología como herramienta fundamental de programación de las masas, literalmente implantando imágenes en nuestra mente y no enseñándola a discernir. Tal vez Eagleton exagera, al igual que Godard, y las universidades y nuestra sociedad no están en un curso decadente. Lo que preocupa, sin embargo, es que podamos llegar a un punto en el que ya ni siquiera seamos capaces de percibirlo, y que como ente social hayamos perdido la capacidad de ejercer un pensamiento crítico o que ese mismo pensamiento crítico sea tan marginal que no tenga ningún peso e influencia en las decisiones colectivas. Entre la marcha irrefrenable del materialismo, del capitalismo y del progreso cientificista, con sus poderosas máquinas siempre encendidas, es difícil escuchar y darle importancia a la voz del arte y del alma humana.

Twitter del autor: @alepholo

Tomado de : Pijamasurf.com