El creciente uso de la enseñanza constructivista en programas de educación de profesores y en las escuelas es una bendición a medias. Por una parte, el uso creciente de las pedagogías constructivistas es bueno puesto que indica que cada vez más profesores y escuelas se están alejando de los modelos tradicionales de enseñanza, los cuales no animaban a los profesores a construir sus propias concepciones del contenido ni tampoco atendían las necesidades de muchos estudiantes. Muchos profesores, como Peterson y Dusting, que se apoyan en las estrategias de enseñanza constructivista, han sido capaces de hacer que sus estudiantes se impliquen más en el proceso de enseñanza y lleguen a un conocimiento más profundo de la materia enseñada. Por otra parte, la prevalencia de la práctica de la enseñanza constructivista sugiere que los educadores tienen que estar mucho más alerta sobre lo que queremos decir con constructivismo y cómo aplicamos la enseñanza constructivista. Tenemos que tener cuidado en no confundir el constructivismo con la enseñanza centrada en el alumno o en asumir que los profesores que se deciden por este enfoque no tienen un buen conocimiento del contenido. Más aún, los profesores que se apoyan en prácticas pedagógicas constructivistas tienen que tener cuidado en evitar algunos puntos negros como reducir la enseñanza a entretenimiento o requerir de los estudiantes que se enseñen a sí mismos. Sobre todo, los profesores, teóricos de la educación y educadores en general deberían recordar que, como cualquier modelo efectivo de enseñanza y aprendizaje, el constructivismo no es una panacea que pueda curarnos de todos los males educativos. La enseñanza constructivista puede producir resultados estupendos cuando se usa correcta y juiciosamente ; también puede producir unos pobres resultados y una enseñanza inefectiva cuando se construye o se usa mal.
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